La Casa sin Bernarda

02 de junio, 2023 • 07:00 pm

Centro Cultural de España en Costa Rica
 


Adela está muerta y no fue Lorca quien la mató.

Si Lorca nos decía que dentro de casa de Bernarda ninguna mujer era libre, La Casa sin Bernarda nos recuerda que fuera de casa tampoco.

Se trata del proyecto ganador de la convocatoria FUERA DE del Centro Cultural de España en Costa Rica, una experiencia escénico-performativa que aborda el tema de la muerte y la violencia contra las mujeres a partir de una deconstrucción y relectura del texto de Federico García Lorca, de donde se extraen elementos narrativos y simbólicos para construir una nueva mirada al tema que propone Lorca en su texto original, la represión de las mujeres.

En la pieza cinco mujeres reciben al público y le invitan a entrar en su casa blanca, blanquísima como siempre ha sido la casa de Bernarda, el patio está ordenado y la mesa dispuesta; las mujeres ríen, comen y disfrutan alrededor del sonido que surge del morder sandía y el sorber su jugo, sus invitades disfrutan con ellas en una atmósfera de fiesta hasta que las mujeres develan la razón del encuentro: Adela está muerta y no fue Lorca quien la mató.

Con un trabajo interpretativo impecable, las directoras Luisa Pérez Wolter y Grettel Méndez Ramírez al lado de Natalia Arias, Lili Biamonte y Tatiana Sobrado logran una representación de lo poderosos que son los grupos de mujeres; ellas, juntas, libres y sin miedo, unen sus voces y sus cuerpos para visibilizar, denunciar y tomar posición en contra de la violencia hacia las mujeres y no les tiembla la voz para usar el término que corresponde: femicidio. La voz tiembla solamente cuando el dolor sobrepasa y es en estos momentos donde el acompañamiento sonoro a cargo de Natalia Tapia se vuelve indispensable para comunicar con música lo que no se puede con palabras.

Seguidos de los cantos vienen los rituales de despedida y todo lo que se piensa tras el silencio que deja la muerte cuando llega a la fuerza con esa imposibilidad de cambiar el pasado y presente; tras la pregunta "¿Usted qué pediría antes de morir?" el ritual se transforma en un espacio íntimo de compartir sentires y deseos entre les presentes.

Si bien se trata de una propuesta no convencional, es una lástima que tanto la luz como el espacio impidan potenciar aún más estos momentos tan íntimos y tan humanos que propone la experiencia; la función de la luz era guiar la mirada del público hacia los diferentes espacios y en el caso de la distribución espacial, la escena final sucede en un espacio distinto lo que obliga a les asistentes a moverse a un lugar nuevo, más pequeño en un momento donde las emociones ya están a tope.

Contrario a esto la selección de objetos, además de ser un hermoso guiño al trabajo de Lorca, elevan las situaciones y resignifican: 
un cuchillo que corta una y otra vez, bolsas plásticas blancas que cubren objetos-cuerpos, sandías que se derraman sobre los vestidos de las mujeres, la fragancia de la fruta fresca que lentamente va llenado toda la habitación hasta saturarla por completo.

Una trabajo admirable de la capacidad que tiene el arte de mover emocionalmente todo el cuerpo, de atravesar el corazón y de fijar textos e imágenes en la cabeza, aunque eso signifique que tenga que llegar casa a llorar para calmar el dolor que deja la muerte cuando llega sin avisar y sin pedir permiso. ¡Vaya experiencia!


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